El apóstol Pablo, en su primera carta a los Corintios (1 Co 12, 1-13), define el carisma como un don gratuito del Espíritu Santo orienta do a la construcción del cuerpo de Cristo. En efecto, nuestros Fundadores recibieron un don espiritual particular para participar en la edificación de la Iglesia. «Todo debe reconstruirse y yo estoy dispuesto», afirma Juan María de la Mennais. Esta reconstrucción pasa, sobre todo, por la educación
porque «todo nace de la educación, el hombre con sus virtudes y sus vicios, la familia con una forma de ser y unas costumbres, la sociedad con sus creencias y sus formas de actuar».
Cada carisma propone un estilo propio que expresa la sensibilidad específica de aquel a quien es confiado por el Señor, para el servicio de la Iglesia. En otras palabras, es una respuesta concreta de los Fundadores a su experiencia espiritual y su forma de entender las necesidades del entorno. Por eso el estilo propio constituye la verdadera fuente de pertenencia, de la que deben beber todos los miembros de la Familia Menesiana si quieren ser fecundos…
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