Capítulo General

Mensaje del Santo Padre

(22 de abril)

A los Hermanos de la Instrucción Cristiana de Ploërmel reunidos en Capítulo General

Queridos hermanos: Les doy la bienvenida con ocasión de su Capítulo General. Saludo a su Superior y a cada uno de ustedes y expreso mi proximidad a todos sus hermanos diseminados por el mundo.

Doy gracias al Señor por la obra de su Espíritu que se manifiesta en su carisma que es la evangelización de los niños y jóvenes a través de la educación. Su capítulo actual se sitúa como prolongación de las celebraciones del bicentenario de su instituto. Es la ocasión para ustedes de volver a las intuiciones fundante que han guiado al Venerable Juan María de la Mennais y al Padre Gabriel Deshayes. Hoy su obra está presente en muchos países del mundo, porque ellos han creído que todo es posible para quien se confía totalmente al Señor y se pone al servicio del desarrollo humano integral de todo hombre. No hay que olvidar jamás de dónde venimos y conservar siempre en la memoria el fundamento de nuestro obrar.

Queridos hermanos, ustedes trabajan en regiones del mundo donde se manifiestan la pobreza, el desempleo de los jóvenes, las crisis sociales de todo tipo. Los invito, pues, a ser padres para aquellos hacia los que han sido enviados, padres que reflejen el rostro cariñoso y compasivo de Dios. En un mundo en continuo cambio, ustedes se ponen generosamente al servicio de los jóvenes, a la vez atentos a sus aspiraciones y en constante referencia a Cristo, regla suprema de su vida. Su vocación los incita a ir allá donde los otros no van, a la periferia, hacia las personas que conforman la categoría de los rechazados, de los heridos de la vida y de las víctimas. Que su presencia sea una fuente de esperanza para muchos. En su espíritu de fraternidad y de acogida ellos sabrán reconocer otro rostro de nuestra humanidad desfigurada por las guerras, la diferencia y el rechazo de los débiles. Esos niños, esos jóvenes, esas personas también tienen sueños, pero sueños rotos hoy a causa de muchos factores. ¡Ojalá puedan ustedes ayudarlos a revivir sus sueños, a creer en ellos y a realizarlos! (Recordó aquí, saliendo de la lectura, a los niños que viven en países en guerra. Rememoró visita de niños ucranianos y  dijo que le impresionó que no sonrieran. “La guerra hace eso, hace que los niños no sonrían)

Queridos hermanos, la Iglesia es una familia y nosotros cooperamos todos por la salvación del hombre con la diversidad de nuestros carismas y de nuestras vocaciones. En este maravilloso misterio de comunión, puedo contar con su confianza filial y su fidelidad al ministerio del Sucesor de Pedro. Los animo a trabajar en estrecha colaboración con las diócesis donde están en misión y con el pueblo fiel de Dios; a alejar de sus vidas todo espíritu de orgullo, de encierro, de división y de chismes. (Pidió no hablar mal de nadie. “Mejor cerrar la boca”) En efecto, “ser iglesia es ser pueblo de Dios, en acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto llama a ser el fermento de Dios en el seno de la humanidad” (EN 114)

Al término de su Capítulo renovarán la consagración del Instituto al Corazón Inmaculado de María. Que vuestra pedagogía esté siempre inspirada en aquella que, por su sí total, ha aceptado que se realice en su persona el proyecto salvífico de Dios para la humanidad. Pueda ella ayudarlos a cultivar el celo para ponerse en ruta para prestar servicio, para la humildad, la confianza en Dios y el gozo de ser servidores de su ternura y de su misericordia (“No pierdan nunca la alegría”, expresó).

Con todo mi corazón bendigo a cada uno de ustedes y a todos sus hermanos dispersos por el mundo, así como a los jóvenes que los acompañan. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Gracias!

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