Pensar en un lema es pensar en lo que se quiere ser y en lo que se quiere llegar a ser. Habla de una identidad descubierta y por descubrir. En este sentido un lema mantiene en tensión de crecimiento a la persona, al grupo. Motiva a alcanzar lo que aspira ser. De allí su atractivo, su desafío.
La Familia Menesiana ha escogido este año el lema: “Menesianos, Corazones latiendo por los más pequeños”. ¿A qué aspira la Familia Menesiana con este lema? A tener un corazón parecido como el de Jesús. Es decir, quiere cultivar una sensibilidad que le permita oír, ver y sentir como Cristo. El corazón de Jesús también late por los más pequeños: el ciego de nacimiento, el leproso, la samaritana, el publicano, el hijo muerto de la mujer viuda, el paralítico, los pecadores, los niños…
Así también, la Familia Menesiana, quiere animarse a hacer latir su corazón por los más pequeños; sus tristezas, sus dolores, sus angustias, no son indiferentes, sino que la mueven a involucrarse, comprometerse a amar, a sanar como Jesús sanó, amó, se comprometió, se involucró.
Sí, la Familia Menesiana quiere ser “otro” Cristo. Quiere identificarse emocionalmente con el sentir y querer de Jesús. La Familia Menesiana, se siente llamada a educar su corazón para amar a los más pequeños como Jesús los amó, con pasión y con ternura. Por eso pide al Señor ojos nuevos para descubrirlos cada día, para encontrarlos donde están. Pide un corazón nuevo para acogerlos en su fragilidad. Pide pies y manos nuevos, para ir donde la requieran con más fuerza, para comprometerse con gozo por ellos como lo hizo Jesús, hasta el extremo.
Como en tiempos de Juan María de la Mennais, donde muchos veían niños y jóvenes anónimos, acontecimientos opacos, carencias…, él descubría rostros y corazones palpitantes en busca de una respuesta solidaria. Identificado con el querer y sentir de Jesús, se siente empeñado en una entrega sin medida al servicio de los últimos: los niños.
El gran desafío para la Familia Menesiana para este año por parecerse más a Jesús en su sentir, en su pensar y en su obrar, sólo así su corazón podrá latir realmente por los más pequeños.
En sus escritos, Juan María nos dice:
…“No será así, y la vista de esta multitud de niños que nos llaman en su socorro, que nos piden y nos conjuran tener piedad de su suerte, de arrancarles de la muerte eterna de la que está amenazados, ningún interés humano nos retendrá, nos lanzaremos hacia ellos, los tomaremos en nuestros brazos y les diremos: Queridos niños, a los que Jesucristo nuestro Salvador ha amado tanto, a los que se ha dignado abrazar y bendecir, vengan a nosotros, permanezcan con nosotros, seremos los ángeles de la guardia de su inocencia”.
“No se olviden de rezar por los niños que les son confiados y en especial por aquellos que por sus defectos les dan más inquietud y molestia.” (RFIC )
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