Cada año como comunidad educativa deseamos profundizar en un aspecto de nuestra vida de familia, en una dimensión de nuestra vida de fe.
Para este año 2006 la propuesta es ahondar en la experiencia de la paz. Una paz que brota de nuestra identidad de creyentes; de allí que, su origen no puede ser otro que el corazón mismo de Dios, este es el fundamento de nuestra paz.
El lema de este año: “La gloria de Dios es la paz del hombre” es una invitación, a vivir nuestra vocación de “Imagen y semejanza de Dios”. Vivir la paz, desde esta perspectiva, pasa por poner nuestros ojos, nuestros oídos, nuestras manos, nuestro corazón, nuestra vida toda, en sintonía con la vida de Dios. De allí, que las relaciones que mantenemos, los proyectos que animamos deben estar inspirados por el querer de Dios.
Hermoso desafío el que se nos plantea. No se trata de teorizar sobre el concepto de “paz”, el amor es concreto. Se trata de sentir y actuar como Dios; por aquí, pasa el misterio de hacer su voluntad y realizarnos como imagen y semejanza suya. En otras palabras, en la medida en que somos mediaciones que posibilitan que cada niño, cada joven, cada hombre y mujer dignifique su existencia damos gloria a Dios. Aquí nace la paz más profunda para todo ser humano, la que se cimenta en el amor gratuito, en el amor que Dios nos tiene.
Dar gloria a Dios y paz a los hombres, es involucrase a fondo con la historia de cada ser humano y con Dios, que late escondido haciendo posible esa historia. El grito de los ángeles ante el misterio de la Encarnación es: “Gloria a Dios en los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” (Lc2,14) Nuestro gran desafío, como comunidad educativa, es que esta voz de alabanza al Dios de la vida siga haciendo eco en la vida de cada niño, de cada joven, de cada hombre y mujer de nuestro tiempo.
Juan María comparte esta alabanza, cuando unas jóvenes mujeres consagran su vida a Dios y al servicio de la educación de las niñas:
“Gloria a Dios en los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Queridas hermanas, no puedo expresar mejor los sentimientos que me inspira la ceremonia que nos reúne, que repitiendo estas bellas palabras con las cuales resonaron los cielos cuando Jesucristo apareció sobre la tierra. Se había encarnado para dar la gloria a Dios que el pecado le había quitado. Venía a traer a los hombres la verdadera paz que el mundo no podía darle, y los ángeles celebran en sus cánticos el honor infinito que da a su Padre y la recompensa destinada a las almas bienaventuradas que uniéndose a él no tienen otra voluntad que la suya.”
Comunidad educativa del Colegio La Mennais, estás llamada a vivir y celebrar gozosamente este grito de alabanza.
“Intente vivir como un ángel.” (ATC VI p. 303)
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