El lema que nos convocará a los Menesianos que peregrinamos en Argentina-Uruguay este 2014 será: SOMOS HERMANOS. Una realidad dada y una relación a construir.
El Señor Jesús, después de advertirnos de las actitudes de los fariseos y de los doctores de la Ley para con los demás, nos expresa que entre nosotros no debe ser así, que todos somos hermanos y que tenemos un único Padre, su Padre, el Padre Dios (Cfr. Mt 23, 1-10)
En el corazón del logo encontramos unas sogas de diferentes colores que forman una D y una S abrazándose a la cruz. Sogas que provienen de distintos puntos y confluyen en la cruz, donde se entrelazan formando el Dios Solo, núcleo dador de sentido para los menesianos.
Los nudos debilitan las sogas, a no ser que estén atadas a un palo; aquí al palo vertical de la cruz. Esto nos da idea de firmeza, unidad, seguridad; realidades que no provienen de por sí de las sogas, sino de su aferrarse al palo.
El formato total del logo es un óvalo. Nos da idea de mesa redonda, sin lugares preferenciales, donde hay lugar para todos, sea cual sea su procedencia y su color.
La frase se impone por si sola: SOMOS HERMANOS. Clara, precisa, positiva, sin lugar a consideraciones. Una realidad dada, ahí presente.
Observamos uno de los logos más simples, pero profundo por lo desafiante de la invitación. La diversidad de colores nos da idea de alegría, vida, movimiento.
Una de las primeras consecuencias que se derivan del lema es que no hay fraternidad, hermandad, sin previa experiencia de filiación. No es posible ser hermano de mis hermanos si no he hecho experiencia de ser hijo/ del Padre/Madre Dios. Aquel que se sabe hijo/a puede ver a los otros como sus hermanos. Sin filiación no hay fraternidad.
La descentración máxima la vivimos en la experiencia del Amor, del Ágape, donde el otro se transforma en el centro y así se convierte en mi hermano. Dice el Papa Francisco: “La fraternidad tiene necesidad de ser descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada. Pero sólo el amor dado por Dios nos permite acoger y vivir plenamente la fraternidad” (Mensaje para la 47 Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2014).
El Dios de Jesús es un Dios que nos creó hermanos, responsables de ellos, por eso le pregunta a Caín: “dónde está tu hermano”, (Gn 4,9) porque entiende que este es responsable de su sangre. En la misma línea, Jesús nos dirá: “Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha habrás ganado a tu hermano” (Mt 18,15). Cuando sientes al otro como tu hermano, su “destino” te importa, no te resulta indiferente, te implicas y peleas por su mayor bien.
Jesús dejará en claro que la fraternidad que propone, no se basa en los lazos sanguíneos sino en aquellos que se tejen por haber escuchado y puesto en práctica la Palabra que nos vino a anunciar (Lc 8,21). La Palabra es la que provoca la nueva fraternidad.
La fraternidad supone la heterogeneidad, la diferencia, la alteridad, el otro. El otro no es una amenaza a mi existencia, es la posibilidad de descubrirme en profundidad, de crecer en el encuentro, es buena noticia (Hno Yannick SG, carta n° 23, Sept 2013). No excluye el conflicto porque es inherente al ser humano, pero este no anula al hermano, sino que invita al diálogo para acercar posiciones.
La construcción de la mesa común, donde no hay lugares de privilegio implica que todos estamos a la misma altura y que el que quiere ser el mayor se debe hacer el servidor de todos, a ejemplo de Jesús. La mesa redonda nos habla de circularidad, de palabra compartida, de ida y vuelta, de intercambio llano, de igual plano, de dinámicas de inclusión… donde nadie es maestro, doctor, padre, reverendo, excelentísimo, “porque todos somos hermanos y uno sólo es el Padre, el del cielo” (Mt 23, 8-9).
Los/as llamados/as a la vocación de Hermano/a están desafiados a testimoniar con su vida el valor de la fraternidad. Es la vocación que pone por excelencia este valor en el tapete. El mundo actual tiene sed de fraternidad, pues está harto de las desigualdades, de los que se posicionan en un escalón más alto, de los que se creen más y mejores y desprecian a los otros… quiere testigos, no teóricos de amor fraterno. JMLM dirá: “que el amor fraterno reine entre todos los miembros de la misma comunidad y que cada uno dé a sus hermanos ejemplo de dulzura, de paciencia, de humildad y de fidelidad”.
El proyecto de fraternidad de Jesús sigue encerrando una actualidad impresionante. Hay muchas relaciones jerárquicas para desterrar en nuestras comunidades, hay muchos que están afuera, hay otros que se posicionan arriba, muchos que no tienen lugar en la mesa y hay quienes viven como hijos únicos… por eso el deseo profundo de Jesús sigue desafiando y convocando. Tú, hermano, ¿dónde estás posicionado?
La vida de un menesiano se juega en los lazos que teje. La vida de un menesiano está ligada a la de otros. La suerte de un menesiano está atada a la de otros. Un menesiano no se salva sólo, porque nadie se salva sólo. La fraternidad me hace hacer experiencia de esta realidad. El otro es importante, por el sólo hecho de ser otro, distinto de mí.
La vida se nos juega en las relaciones que establecemos con los demás. Quiera el buen Dios que esas relaciones sean de fraternidad y no de paternidad, sean de circularidad y no jerárquicas, sean de igualdad y no de superioridad, sean de hermandad porque nos sabemos miembros de la familia de Dios.
Vivamos como hermanos. Actuemos como hermanos. Relacionémonos como hermanos. A ser hermanos se aprende. Nadie nace sabiéndose hermano e hijo, se aprende, se hace experiencia al andar. El reconocimiento del otro como hermano es un aprendizaje que nos descentra y nos pone en función de los demás.
Hno. Benito, Provincial
Ideas recogidas en la Escuela Menesiana 2014.
“Jesucristo nos ha sido dado por Rey, por Maestro y por Modelo.” (Carta del 15 octubre 1839. ATC VI p. 240)
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