El lema de este año está enmarcado en el trienio preparatorio del BICENTENARIO del nacimiento de la Congregación de los Hermanos de la Instrucción Cristiana (Menesianos). La actitud que queremos trabajar durante este año es la del DISCERNIMIENTO.
El discernimiento es una actitud del espíritu y que implica en primer lugar “querer lo que Dios quiere, como lo quiere y cuando lo quiere”, dirá Juan María de la Mennais; y luego un proceso de búsqueda de ese querer, proceso que es personal pero no individualista, donde confronto con otros mis búsquedas y lecturas de la realidad.
Como buscadores que somos se nos invita a descubrir “sus” huellas, las huellas de Dios, en nuestra historia y junto a los hombres y mujeres con los que caminamos, para poder seguir respondiendo fiel y creativamente a sus llamadas.
Observamos en primera instancia un camino constituido por todo el conjunto. El destino final, la cruz. Cruz que atrae todo hacia ella y por otro lado se proyecta como luz sobre el mismo camino.
El camino está marcado por el Dios Solo, realidad suprema para un menesiano. Dios Solo no está fuera de la realidad, es la misma realidad y se constituye en camino para el menesiano. En el camino el menesiano hace experiencia de la supremacía de Dios.
La frase dice del camino lo que no aporta la imagen. Indica la actitud y señala la intencionalidad con la que caminar: descubriendo tus huellas. El tiempo verbal nos revela que es algo que se da de forma continuada en el tiempo y el espacio; no es sólo un momento puntual de la marcha, es actitud vital.
El caminar no lo hacemos solos. Lo hacemos junto a otros y el “mos” está puesto de relieve por la lupa. Es la comunidad menesiana la que está invitada a caminar junto a otros y en actitud de discernimiento.
La lupa está ahí ampliando la realidad, focalizando la mirada, agudizando el sentido de la vista con el objeto de descubrir las huellas de Dios en el camino de la historia. ¿Qué lupa o lupas nos están ayudando a hacer foco en la cotidianeidad para encontrar las huellas de Dios?
Otro elemento que hace su aporte al lema son los “bastones de trekking y andinismo” que conforman el mango de la lupa. Los mismos son una ayuda en el caminar. ¿Quiénes son mis apoyos? ¿Con quiénes cuento para caminar?
La primera invitación que emana del lema es la de caminar y caminar junto a otros: caminemos. Somos caminantes por naturaleza, aunque la vida actual nos ha transformado en sedentarios con sus consecuencias a la vista. El caminante anda ligero de equipaje, con lo justo y necesario, y cuando el caminar tiene un sentido cristiano se transforma en peregrinación, un caminar que va por dentro, en búsqueda de algo y con actitud de fe.
Caminar implica estar en movimiento, en salida, diría el Papa Francisco. En salida de las estructuras, de uno mismo, del espacio de confort, hacia algo nuevo y al encuentro del Otro en los otros. Parafraseando al Papa Francisco podríamos decir: “prefiero menesianos heridos/accidentados por estar en salida y no menesianos enfermos a causa del encierro”.
Hagamos nuestra esta primera invitación. Caminar no sólo es un ejercicio físico, implica toda la persona. Al caminar las referencias cambian, el contexto no es el mismo y las estructuras tampoco, los desafíos varían y en consecuencia las respuestas.
Juan María de la Mennais y Gabriel Deshayes fueron dos caminantes devenidos en peregrinos: recorrieron sus comarcas, visitaron la gente que se les había confiado, se acercaron a realidades difíciles y se encontraron con el Otro en las urgencias de los otros.
Y al encontrarse entre ellos compartieron su experiencia del camino y las llamadas que en este percibieron. Y juntos y a la par empezaron a diseñar las posibles respuestas. Respuestas válidas, lógico, para aquel momento.
Caminar con otros no es fácil, pero es más seguro sin dudas y requiere confianza. ¿Camino con otros o lo hago sólo? ¿Me ajusto al paso comunitario o se tienen que ajustar al mío? ¿Camino o estoy sentado al borde del camino como el ciego Bartimeo?
La segunda invitación que se desgrana del lema es la actitud, la intencionalidad, la motivación con la que caminar juntos y esta es: descubriendo sus huellas.
Descubrir implica no tener las cosas claras, habla de búsqueda de pistas, supone discernir/estudiar lo que se va encontrando, supone construcción colectiva. La actitud que mueve el caminar es la del descubrir.
El verbo está en gerundio, lo que da cuenta de una acción que se continúa en el tiempo. Descubriendo es lo que vamos haciendo con otros en el camino de la vida. Juntos caminamos y juntos descubrimos. Nos necesitamos en ambas acciones. Nos necesitamos no porque solos no podamos hacerlo, sino porque creemos que el otro es importante y que en el otro Dios está presente y que es el otro quien me acompaña en el caminar y me objetiva en los descubrires. Solos corremos el riesgo de perdernos y autorreferenciarnos; mal que nos aleja Dios y de los demás.
La actitud del discernimiento es una actitud esencialmente espiritual, es un ejercicio interior que nos lleva a examinar y distinguir qué situaciones, personas o cosas nos ayudan a vivir mejor el Plan de Dios. Discernir es una acción que siempre se hace en presencia de Dios y bajo la acción de su Espíritu, no es sólo disquisición humana.
Así como el discernimiento es una actitud espiritual, también implica una dinámica comunitaria, de búsqueda de conjunto, de confrontar con otros mis hallazgos… Juan María nos anticipa el peligro que conlleva no hacerlo de esta manera: “Tenga cuidado con confundir la voz de Dios con la de sus deseos; y afín de discernir la una de la otra, rece mucho y sométase al juicio de aquéllos que tienen la gracia para distinguirlas”.
La ayuda de otros es necesaria no sólo para discernir bien, sino que Dios no se manifiesta de otra manera que por medio de otros: “estaría en un error si se imagina que Dios le hará conocer directamente y sin intermediarios sus designios”, nos dirá Juan María.
Decíamos que la segunda invitación que nos hacía el lema era descubrir sus huellas. Eso y no otra cosa es lo que queremos descubrir en la historia, en la vida de la escuela, en el seno de la familia, en las aulas, en los patios, en nuestros pueblos, etc.
Ahora bien, la pregunta que cae por propio peso es, y… ¿cuáles son las huellas de Dios? ¿Cómo son las huellas de Dios? ¿Qué huellas deja Dios cuando pasa?
En primer lugar podemos decir que las huellas de Dios están en los hombres y mujeres que han sido creados a su imagen y semejanza. El otro, distinto de mí, es huella de Dios, me habla de Dios y especialmente está en el hermano que pasa hambre, está enfermo, carece de techo, está preso, desnudo, etc. (Mt 25, 31-46)
Siguiendo a Jesús podemos afirmar que donde reina la fraternidad y el amor mutuo, allí está Dios. Esas dos actitudes son huellas inconfundibles de su presencia. (Jn 13,35)
Una consecuencia clara del paso (huella) de Dios, por (en) la vida de alguien, según el Evangelio es el cambio que se produce. Siempre el cambio está marcado por pasar de “servirse/mirarse a sí mismo” a estar/vivir en función de los demás (Zaqueo, la mujer encorvada, Bartimeo, etc.)
Haciéndonos ecos de la invitación a descubrir sus huellas, también, viene al corazón la pregunta ¿para qué caminar descubriendo sus huellas? ¿Qué implica caminar con esta disposición interior, personal y comunitaria?
Para las personas de fe, caminar con esta actitud es esencial, pues implica ir descubriendo el sueño de Dios en su vida, su vocación, aquello a lo que es convocado. Dios sueña en grande contigo y conmigo. No anda con chiquitas, pues cree en nosotros y sabe lo que podemos dar al servicio de los más pequeños en este mundo. Ayer soñó con Juan María y con Gabriel, y ellos se hicieron eco de ese sueño y lo desplegaron en la realidad; hoy, lo hace contigo.
Caminar con esta actitud es estar abierto a ir descubriendo por dónde el Dios de la historia nos quiere llevar y qué está queriendo de y con nosotros. Implica no mandarse sólo, sino buscar con otros sus designios, sus huellas y seguirlos. Implica vivir descentrado, o mejor, centrados en Dios y en consecuencia atentos a las necesidades y llamadas de los hermanos. Es ponernos en función de otros para que sufran menos, encuentren consuelo y compañía, hacerlos más felices, más dignos, mejores personas, etc.
¡Sumate al gran desafío de caminar descubriendo sus huellas!
“No se puede vivir bien, mientras no se sepa orar bien.”
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