Queridos jóvenes,
Queridos Laicos de la Familia Menesiana,
Queridos Hermanos,
A ejemplo de Juan María de la Mennais y de Gabriel Deshayes, quienes tras discernir juntos la voluntad del Señor respondieron a su llamada e invitaron a otros, llega la hora de salir en misión. Es el Señor quien nos envía como hizo con los predecesores. ¿Estamos dispuestos a responder generosamente a su invitación, como hicieron los primeros misioneros?
Este año del Bicentenario de la Congregación damos gracias al Señor por los Hermanos, que dejaron todo para hacer realidad, a ejemplo del Maestro, esta sublime misión: instruir, educar y evangelizar a los pobres, enderezar a los cojos, abrir los ojos a los ciegos, sanar enfermos. Sembraron con lágrimas, pero hoy, con alegría y gratitud, cosechamos bellas gavillas.
Cuando los cinco primeros Hermanos –con una edad media de 29 años– partieron de Ploërmel el 27 de noviembre de 1837 para fundar nuestra primera misión en Guadalupe, la Congregación no tenía más que 19 años de existencia. Su juventud fue su fuerza, su audacia, su pasión y su energía para afrontar el riesgo de la misión. Sin embargo, las fragilidades también se hicieron presentes: la poca formación de los Hermanos, la escasez de personal, la incertidumbre ante el futuro… Pero nuestros fundadores apostaron por la confianza en Dios y el abandono total en manos de la Providencia. No esperaron tiempos prósperos para enviar Hermanos a la misión, hicieron ofrenda de su pobreza. Hoy recogemos los frutos de su fragilidad asumida, ofrecida y entregada. Una pobreza que se convierte en fuente de fecundidad para toda la Congregación. Dios ha bendecido y multiplicado aquellos cinco panes y dos peces.
¿Y nosotros? ¿Qué vamos a ofrecer hoy para que en 2119 la Congregación pueda celebrar su tricentenario si tal es la voluntad del Señor? 182 años después del primer envío, ¿mantenemos esa juventud que nos dé la audacia y el celo suficientes para salir en misión? ¿Tenemos mayor tendencia a ver las debilidades que nos frenan que a responder a la llamada del Señor, que nos pide salir a anunciar la Buena Nueva a los niños y jóvenes? ¿Estamos dispuestos a abandonar nuestros pozos secos para ir a nuevos lugares y cavar otros? La vida es de quienes se atreven a ponerse en camino por la causa de Dios Solo. La fecundidad se da a quienes se ponen en camino, como Abraham y Sara, como el Pueblo de Israel en marcha hacia la Tierra Prometida, como nuestros primeros Hermanos Misioneros.
En esta etapa crucial de la vida de la Congregación podríamos tener la tentación, como Pedro sobre el lago agitado, de detener nuestros pies y dudar, cuando el Señor nos está pidiendo avanzar para acercarnos a Él. De hecho, cuando nos apenamos por nuestras debilidades, corremos el riesgo de hundirnos porque queremos confiar en nuestra propia fuerza. Pero cuando nos atrevemos a levantar los ojos hacia Cristo avanzamos sin pesar, porque aprendemos a no apoyarnos en nada más que en Él. Él es quien nos llama, está junto a nosotros, mejor aún, ¡nos precede siempre! Marchemos sin miedo, aunque sea de noche y la tormenta arrecie.
Partir en misión es una llamada a nuestra juventud, que no es tanto una cuestión de edad como de corazón. Tres de los cinco Hermanos que fueron a fundar nuestra misión de Benín en 1991 rondaban los setenta años. A pesar de su edad eran jóvenes, tenían la juventud de Dios, como nos lo recuerda el Papa Francisco, «Es Dios quien lo renueva todo si cesar, porque Él es siempre nuevo. ¡Dios es joven!»1 Cuando nos abrimos a su gracia que mantiene joven, lo imposible se hace posible. Su gracia toca hoy a la puerta de nuestra vida y transforma nuestros llantos y límites en audacia misionera, en respuesta generosa llena de fecundidad en favor de la Congregación y de la Iglesia, se convierte en servicio y apoyo, sobre todo en favor de los niños y jóvenes más débiles y más pobres, en alegría y entusiasmo, en llamada para quienes nos rodean. ¿Abriremos nuestros corazones a esta gracia, con el coraje y la audacia que el Señor nos ofrece para atrevernos a salir y a partir en misión?
«Vayamos a las aldeas vecinas, para que allí también se proclame el Evangelio», dice Jesús en el Evangelio de Marcos (1, 38). María ha sido la primera en anticiparse y en hacer realidad la llamada de su Hijo. Ella se puso en camino rápidamente, atravesando montañas y valles para acercar a Jesús a Isabel y Juan el Bautista, en un encuentro fecundo y gozoso de dos mujeres de generaciones diferentes. Isabel simboliza la tradición, la herencia, la acogida y la sabiduría; María la creatividad la vitalidad, el peregrinar y la audacia.
¿Qué es nuestra Congregación sino la imagen de estas dos mujeres? Me habita una certeza: la Familia Menesiana continuará siendo fecunda si unidos de un lado jóvenes y mayores, de otro Hermanos y Laicos logramos combinar, aquí y ahora, tradición y creatividad, herencia y vitalidad, espera y avance. ¡Magnífica pedagogía para que la Familia Menesiana se dé alas para volar, soñar y crear, pero también para cuidar las raíces que se alimentan del celo apostólico, la audacia misionera y la sabiduría perspicaz de los mayores! Como María e Isabel, atrevámonos a abrir nuevos caminos de fraternidad siendo servidores de la Vida, testigos de la Esperanza, en alegría y en acción de gracias.
Pidamos al Señor la gracia de la audacia ante la llamada del Espíritu para dar un paso al frente, que nos dé el valor apostólico de anunciar el Evangelio con el testimonio de una vida completamente entregada a Cristo allá donde Él nos envíe, que Él nos mantenga abiertos y disponibles a la originalidad y novedad del Espíritu Santo.
¡Que este año jubilar sea un verdadero Pentecostés para todo el Instituto!
¡Nuevo Pentecostés en servicio a los más pobres!
¡Nueva página en la vida de cada Laico Menesiano y de cada Hermano!
¡Nuevo compromiso en la vida de cada comunidad!
¡Nueva fecundidad en cada Distrito y Provincia!
¡Nuevo impulso misionero en toda la Congregación!
¡Levantémonos!
¡Salgamos en misión!
¡No tengamos miedo!
¡Abramos nuestros ojos, nuestros oídos, nuestras manos y nuestros corazones!
¡Cristo nos convoca! ¡Los niños y los jóvenes nos esperan!
Hermano Hervé Zamor, s.g.
13 de mayo de 2019.
1 – Papa Francisco, Dios es joven, p. 63.
Noticias - 5 de junio de 2019 - Hermano Hervé Zamor, s.g.
“Poco importa donde se haga el bien con tal de que se haga; no debemos desear más que eso.” (11.32)
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